
Todos tenemos miedos, de un tipo o de otro, más cotidianos o específicos. Estos miedos pueden ser hacia cualquier elemento externo como animales, clima, enfermedades, cosas en concreto, incluso a personas; y también pueden darse frente a elementos internos o referidos a nuestro ser, juicios, conflictos, toma de decisiones, desaprobación, desamparo, a no alcanzar nuestras metas, soledad, entre muchos otros.
Nos enseñan que el ser miedoso significa “no” ser valiente, y por supuesto, también nos enseñan que eso es “malo”.

Los miedos van unidos a nuestras creencias, a nuestra crianza, a nuestro entorno y sociedad. Hay miedos que son más aceptables que otros, por ejemplo, hay regiones que, por su cultura, religión y perspectiva, su gente no parece tener miedo a la muerte, mientras que hay otras, por el contrario, que si lo manifiestan; lo que no significa que este mal sentir miedo a la muerte, solo que en unos lugares son más aceptados que en otros, y no por eso dejan de ser miedos. Con lo cual, la sociedad y nuestro entorno juega un papel importante en la aceptación y concientización de ese miedo.
Como hemos dicho, miedos puede haber muchos, de muchos tipos y a muchas cosas, tan diferentes como las propias personas, y es que en el miedo (como en otras tantas emociones) mostramos una parte de nosotros, especialmente nuestras inseguridades, esa tendencia a creer que no podremos lidiar con eso a lo que le tememos, aumenta la intensidad de miedo que nos hace sentir.
Hasta aquí parece que los miedos fuesen algo malo, pero la verdad es que no es así, el miedo tiene una funcionalidad y es preparar nuestro organismo ante un suceso estresante o que sencillamente nos genere malestar.
Los miedos están para llamar nuestra atención, distinguir el peligro y prepararnos para “eso” que viene; es una emoción primaria ligada al instinto de supervivencia. Sin embargo, por muchos motivos esta emoción puede distorsionarse o no funcionar adecuadamente, seguramente conocerás a alguien que “le tiene miedo a todo”.

Frente al miedo hay dos opciones, por un lado, podemos enfrentarlo o por otro huir o escapar de él. Es por eso una emoción tan necesaria para la supervivencia, porque nos indica a qué podemos hacerle frente y a qué cosas la mejor elección es no enfrentarnos, por ejemplo: podemos enfrentarnos a una separación, aunque nos de miedo la soledad, pero quizás no es tan buena idea enfrentarnos a un Jabalí o animal salvaje.
Hay miedos racionales e irracionales, los miedos racionales son aquellos que van dirigidos a elementos que presentan un peligro real para la vida (como el ejemplo del Jabalí) y los irracionales son aquellos basados en una creencia no adecuada de las situaciones y de nosotros mismos (como la creencia que nos vamos a morir si nos dejan).

El miedo está muy vinculado a nuestra autoestima y autoconcepto, mientras nos consideremos con pocas capacidades de actuación y que necesitamos siempre del otro, más miedo nos darán las cosas. En efecto, el miedo lo alimentamos constantemente, escapando de él, esperando que otra persona lo resuelva por nosotros, evadiéndolo y con las respectivas frases: “ya lo haré”, “algún día perderé el miedo”, “siempre le he tenido miedo y no puedo evitarlo” y demás excusas y procrastinaciones.
El problema con los miedos surge cuando perdemos perspectiva de lo racional y de lo irracional, mientras vivimos aprendemos muchas cosas y entre ellas a qué cosas debemos tenerle miedo y a que otras cosas no. Este aprendizaje si bien está mediado por la experiencia, también puede influir aspectos como la comodidad, un ejemplo de ello sería: “antes no les tenía miedo a las escaleras, pero ahora sí, eso hace que yo no me suba a buscar algo y sea otra persona que lo haga por mí”.
Mantener esos miedos irracionales, agrava y mantiene nuestro malestar y hace que no vivamos adecuadamente ni de forma funcional, de hecho, puede traernos consecuencias que seguramente algunas de ellas las estarás viviendo. Te comentaré alguna de ellas:
¿Cómo puede afectar el miedo irracional en tu vida?
Nos crea limitaciones que están en nuestras manos solucionarlas
Nos crea cierta dependencia de otro que nos ayude, aprendemos a vivir en las sombras de otro.
No nos permite manejar adecuadamente nuestras emociones
Empezamos a aceptar cosas que no suelen ser beneficiosas, tanto internas como externas (malos tratos, autoestima bajo, un autoconcepto errado, creencias irracionales, imposiciones, etc.)
No nos permite ver las cosas de una manera objetiva
Nos impide hacer cosas que necesitamos
Nos genera un malestar paralizante.
Nos limita a tener nuevas experiencias
Nos encierra en una burbuja, de la que cada vez se vuelve más difícil salir.
Disminuye el desarrollo de nuevas capacidades
Por estas razones te invito a descargarte mi guía donde encontraras ejercicios y tips que pueden ayudarte a superar tus miedos y a que leas mi artículo sobre la zona de confort.

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