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Foto del escritorLaura Castellano G.

LAS EMOCIONES

Actualizado: 6 abr 2021

Eso que llamamos Emociones.


Empecemos por decir que las emociones son reacciones que experimentamos a partir de un estímulo. Esta reacción genera cambios en nuestra mente y en nuestro cuerpo permitiendo adaptarnos y responder a dicho estímulo que puede ser interno o externo. En definitiva, es aquello que nos puede producir objetos, momentos y personas.

Son muchos los tipos de emociones, de hecho, se ha clasificado como primarias y secundarias. Entendiéndose con eso que son universales, es decir, indiferentemente de la ubicación de la persona a nivel geográfico, creencia, cultura y otros factores identitarios, por ejemplo, cualquier persona será capaz de identificar la emoción que manifiesta otra persona.


Entre las emociones primarias encontramos la alegría, la ira, el miedo, el asco, y la tristeza. Se le llaman emociones primarias ya que son innatas en los seres humanos.

Por otro lado, están las emociones secundarias, las cuales son aprendidas y producto de la socialización, surgen a raíz de la primera, y pueden servir como matices de éstas, como serían la vergüenza, el enfado, etc.

Aclaremos que no hay emociones positivas ni negativas, todas las emociones cumplen una función y es la de ayudarnos a adaptarnos al medio, a sobrevivir, a manejar diversas situaciones, nos avisa de riesgo, entre muchas otras cosas.

Aunque como tal, no hay emociones ni buenas ni malas, socialmente se les ha generado una connotación a dichas emociones, categorizándolas como buenas o malas en función a su experiencia, es decir, hay emociones que pueden producir mayor placer que otras, es probable que muchos prefiramos estar alegres que tristes, sin embargo, la función que ejecuta cada una es distinta, la percepción de alegría y su entendimiento puede ir de la mano de que hemos experimentado la tristeza.

Socialmente se nos ha enseñado que la ira es mala, que “no se le puede hacer asco a las cosas”, y por supuesto que “los/as niños/as grandes no lloran”. Todo estos aprendizajes o frases que se nos han podido repetir, con mayor o menor intensidad dependiendo también de la cultura, ha generado en nosotros creencias irracionales de que no es correcto sentir lo que sentimos o que es algo negativo, lo que más bien ha colaborado en la creación de emociones como la culpa y la vergüenza.

Esa misma creencia es la que en muchas ocasiones nos hace obligarnos a estar bien cuando no lo estamos, al no querer experimentar que estoy triste por que me “vuelve débil” y el tener que aceptar comportamientos del otro que realmente no queremos. De hecho, es por esto y por muchas otras razones, las cuales nos puede costar en algún momento expresarnos con claridad, crear límites entre lo que queremos y lo que no, y nos hace mantener tipos de relaciones que no son nada saludables para nosotros mismos.


Es posible que encuentres muchas personas o incluso tu mismo que pienses que hay emociones negativas… en efecto, hay emociones que claramente no disfrutamos, pero esto no las hace ser negativas, de hecho, puedes creer que sean negativas porque te causen malestar o que no sepas gestionarlas.

Si en verdad existieran emociones positivas o negativas… salvo la alegría todas las demás serían negativas, cosa que no es cierto; de hecho… ¿has escuchado a alguien decir que necesita aprender a gestionar su alegría?


Como hemos dicho, las emociones repercuten en nuestro organismo a nivel fisiológico y en nuestra mente, en este sentido, se trata de una relación recíproca, donde el estímulo genera unos cambios en nuestro organismo, así logramos responderle a ese estímulo. Una situación satisfactoria para nosotros nos hará producir oxitocina, generando mayores niveles de alegría, fortaleciendo esa relación que podamos tener con el estímulo.

Si bien cada emoción tiene su propia función, se necesitan todas, son interdependientes entre sí, por tanto, el evitar exponernos a ellas o evitar sentir alguna de ellas, puede más bien, generar problemas en la propia adaptación del individuo.

Las emociones son temporales y nuevamente, son respuesta a determinados estímulos, una vez que ha terminado la situación, por ejemplo, la emoción también tenderá a cambiar, por ejemplo: si vemos algún insecto que me desagrade por completo, o percibes un olor desagradable, es probable que sientas asco, sin embargo, una vez superado el insecto o que haya pasado el olor, también dejarás de sentir asco.


Seguro te preguntarás qué ocurre cuando sientes asco por mucho tiempo o cualquier otra emoción…

En este caso, participan otros factores como los procesos cognitivos y en especial la memoria. Cuando recordamos, generalmente podemos sentir la misma emoción que sentimos la primera vez, pero eso también va pasando con el tiempo y con la manera en que aprendemos a gestionar dicha emoción. Podemos aprender a cambiar de perspectiva cuando recordamos algún acontecimiento doloroso, por ejemplo, logrando disminuir ese malestar.


Hay experiencias que nos dejan más huellas que otras, es por eso por lo que las emociones que podemos sentir en determinados momentos son mucho más fuertes y persistentes, por ejemplo: la emoción de alegría al reencontrarte con algún ser querido o, por otro lado, la tristeza profunda al separarte de ese mismo ser querido.


Una vez entendido de que las emociones son necesarias y que nos permiten aprender y disfrutar de la vida, ahora solo queda llevarnos bien con ellas. No hacemos nada juzgándolas, recordemos que no son buenas ni malas, solo son. Así que conozcámoslas y aprendamos de ellas.

Si tienes dificultades para entender tus emociones y gestionarlas, ¡descarga mi guía! Ahí encontrarás algunas herramientas que te ayudarán a conectarte con ellas.



 


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