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Foto del escritorLaura Castellano G.

¿Qué “Normalizamos” y que no?



Aunque el término normalizar tiene una vida muy extensa, en la última década esta palabra ha tenido muchísima relevancia, sobre todo en el ámbito social.

Dentro de la dicotomía en la que vivimos de que las cosas son buenas o malas, también hay dos polos en cuanto a lo que es normal y lo que no lo es, con lo cual, normalizar es pasar de la categoría “no normal” a la categoría “normal”.


Pero ¿qué es lo normal?


Pues lo normal, es todo aquello que es aceptado socialmente y que se encuentra dentro de unos límites o parámetros de aprobación demarcado por la sociedad, en este sentido, son todas las cosas que son cotidianas y aceptadas – existen muchas otras cosas que aun siendo cotidianas no son aceptadas como determinados comportamientos -.


Hay diferencias entre las distintas sociedades, aunque todas sufran cambios y evolucionen, no todas lo hacen hacia la misma dirección ni a la misma velocidad, esto hace que en cada una pueda haber características normalizadas que en otras no. Por ejemplo, puede verse “normal” un comportamiento afectivo o incluso más libertad de expresión en unas regiones y en otras, puede que esto no sea lo normal. Hay de hecho sociedades más reprimidas que otras.



En la última década han surgido muchos movimientos en pro a la normalización de distintos aspectos. Lo que ha generado una búsqueda de visión más amplia sobre distintas temáticas. Se ha buscado ampliar esos márgenes sociales permitiendo mayor espacio de expresión y libertad.


Cabe destacar que eso que tildamos como “normal” socialmente hace que todo lo que no se encuentre fuera de ella sea “anormal” y en ocasiones no es así. Les pondré un ejemplo: la delincuencia, en países que sufren de elevados índices de este fenómeno, puede que sus ciudadanos consideren como “normal” que les hayan robado alguna vez, sin embargo, en países o regiones donde es un suceso sumamente penalizado y que no suele ocurrir, es un acontecimiento totalmente “anormal”. Lo mismo ocurre con sociedades donde es “normal” tener más de una pareja si se trata del hombre y en otras esto es todo lo contrario, incluso puede verse de manera negativa.



También ocurre cuando nos referimos a colectivos estigmatizados, el mismo hecho de ser estigmatizados, parece que se cataloga dentro de la “anormalidad” y esto, claramente no tiene porque ser así, de hecho, el definir a un grupo de personas como colectivos, parece indicar que están fuera de lo común, que presentan características que los demás no las tienen y, por ende, se ubican fuera de la curva de la “normalidad”.


Como te comentaba antes, el “normalizar” permite ampliar nuestra perspectiva, permite integrarnos los unos a los otros, aunque presentemos diferencias, nos enriquece como sociedad, favorece el cambio positivo y la evolución.

Si suena todo tan bien, ¿por qué es tan difícil en ocasiones normalizar?

El permitirnos ser de determinada manera, de elegir o incluso pensar diferente a lo socialmente establecido, puede generar irregularidades en el orden social.


Esto de “normalizar” lo hacemos incluso nosotros mismos todos los días, cuando permitimos comportamientos que son inadecuados de las personas con las que compartimos o nos relacionamos, cuando nos habituamos a que nuestros hijos se comporten de manera inadecuada y para justificarlos ponemos excusas y esto también sucede con nosotros mismos.

Parece entonces que es más fácil “normalizar” conductas inadecuadas que las que nos pueden generar satisfacción, felicidad y bienestar.


¿Has pensado en por qué sucede esto?

Uno de los factores que influye en la dificultad para normalizar es que la necesidad de control, de mantener el orden jerárquico en las sociedades puede incluir mantener etiquetas, mientras más separados nos ubiquemos, mientras más pequeña sea la curva de normalidad, será mas fácil mantener dicho orden, estatus y jerarquía – esto es porque, el margen de movimiento es más reducido, con lo cual, todo lo que se encuentra por fuera de dicho límite, será de por sí, minimizado y hasta penalizado-. Por el contrario, si ampliamos dicha curva y empezamos a integrar a todos esos colectivos “normalizándolos” el coste de mantener el orden social puede convertirse en un precio muy elevado.



Otro de los factores es la creencia irracional de considerar la felicidad propia como egoísmo y la autenticidad como algo disonante – cosa que sucede en sociedades colectivistas- esto sugiere que si bien, el pensar más en el otro puede suponer su aceptación, no necesariamente es así. Lo mismo ocurre en sociedad individualistas, pero con otros aspectos, este mismo tipo de sociedad que no necesariamente promueve el bien común, sino el crecimiento del propio individuo y la competencia puede hacer que velemos en mayor medida por esto último, sin necesidad de considerar al otro.


Como has podido ver, es un tema muy complejo donde se evidencia dos caras tanto de la sociedad, como del sistema y por supuesto del comportamiento individual.

Pues bien, visto esto, somos partícipes en el proceso de “normalización”, esta percepción de que algo se puede categorizar de alguna manera empieza por cómo lo vemos nosotros mismos. Recordemos que todos los movimientos que se han llevado a cabo a lo largo de la historia han empezado por alguien que ha pensado diferente y que ha luchado por sus ideales y creencias.


Por esta razón es tan importante reforzar lo que creemos, permitirnos pensar diferente al resto y darnos la oportunidad de generar cambios positivos no solo para nosotros mismos sino también para los demás.







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